viernes, 4 de diciembre de 2009

El señor de las apostillas

La ausencia de cofradía y la primera torre:

Me encontraba fumando mi pipa, en mi comarca fresca, lejos de la tierra media caraqueña. Estaba apaciguado, pensando en mis relaciones con mis congéneres, en mi mundo virtual. Un día, llegó un pequeño sobre, con un contenido desconocido. Una voz del más allá me dijo que lo abriera, y que debido a mi tiempo libre, debería legalizar el sobre que en él se encontraba. Willdalf lo quería para el final de esta era. No me quedó mucha opción, que enmarcarme con mi cofradía de amigos inexistentes, para que me acompañaran a la tierra media para esta labor. Lo asumí, y me dije que lo iba a hacer, por más ladilla que fuera. Una apostilla para regirlos a todos, se leía en el sobre.

Legalizar. La sola palabra me genera incertidumbre, debido a que como todo lo leguleyo, no sé específicamente de qué se trata. Si a un ser superior se le daría de regalo toda la sociedad venezolana para que jugara con ella a su antojo, el librito de instrucciones serían la constitución. Muchas de estas abstracciones funcionales son apropiadas, para dar orden a la sociedad, otras son simples y puras ganas de joder, y otras lo que hacen es joder aún más sin que entiendas porqué. Bueno, yo pienso que la vida no debería ser tan complicada, y hay un excesivo burocratismo que lo que provoca son pensamientos homicidas. Y estamos hablando de que la tierra media a la que pertenezco no es la más apropiada para vivir como ciudadano. Existen muchas razas en esta tierra que hacen de tu vida algo un poco más desagradable.

Mi primera aproximación fue usando el auricular. Llamo a los ministerios. Con la suerte que me caigan las llamadas, los imbéciles de esta raza, no te pueden facilitar la vida por teléfono. Mas bien te la confunden. Tan sencillo como que en internet no se visualiza el número de cuenta al cual tienes que depositar. Entonces te lanzas pa allá, y te venden los vouchers con un ligero recargo para que no vayas al banco. No iba a pagar de más en eso, yo me fui al banco el dia anterior, no colaboro con el vivismo en esta región. Al final me dieron el numero de cuenta por teléfono, y cuando fui a depositar estaba demasiado cagao de que hubiera depositado en otra cuenta; los del banco no me pueden asegurar que hice lo correcto (no se porqué, pero esto debería estar en sus "matrix", sus "sistemas"; a veces la gente le presta mas atención a lo que esta en la pantalla que al sentido común)

Bueno, me encuentro yendo hacia allá, y obviamente no voy a llevar mi carro al centro. Donde no hay ningún lado donde estacionar, y la paranoia de los motorizados se vuelve inmanejable, al igual que los estacionamientos (ya no son colas) que se crean. Me monto en el gusano subterráneo mágico, donde proliferan los orcos.

Me toca la gran solución de caracas. El metro es como el dinero, el alcohol y las mujeres: son la causa y la solución de los grandes problemas de la humanidad. Entro, y bueno, me toca un día excelente: hay aire, y no tanta gente. Cabe destacar que tuve que dejar mi carro en un estacionamiento alejado. Si Buenos Aires es la Ciudad de la furia, Caracas es la ciudad del asco. Esta ciudad enferma, la basura es el servicio básico esencial. Pudiera vivir con racionamiento de electricidad o agua, pero por favor, no racionen el servicio de recolección de basura! es el único racionamiento que lleva tiempo, y nunca lo anunciaron, por eso nos la tienen aplicada. Aunque también esta ciudad es surreal y en cierto punto impresionante; no falla en provocarte a veces una leve sorpresa, en otras ocasiones una sonrisa. He sentido un sentimiento raro, único e indescriptible, algo parecido al orgullo, a la identificación, a sentirme parte de algo más grande... pero no exactamente.

Cómo no, ccs sí que tiene bellezas escondidas, sitios que debes visitar dignos de fotos, monumentos nacionales bonitos, pero se encuentran muchas veces camuflajeadas con mugre. El centro está bien cuidado, las plazas están mejor. Pero bañadas de color rojo (no es sangre, son boinas, franelas y pancartas) Se escuchan gritos revolucionarios en muchas esquinas (me costó escribir esa palabra, "revolucionarios"...no se puede tomar en serio el significado de la misma, con el retroceso observado) Esta gente del gobierno se tomó la moda retro o vintage muy en serio, viejos conceptos maquillados y reprocesados para ser absorbidos por las masas.

Es enriquecedora a su particular manera, si piensas que enriquecerte es respirar olor a basura y smog por largas horas. Lo que la hace "fina" es la gente, el guaguancó, dicen por ahí. Pero esto también es algo un poco forzado. Es fino estar ahí, escuchando y hablando con/a cierta gente; con las señoras, los galanes de pueblo, los viejos... pero no todo el mundo es divertido.

Móntate en el metro: la mitad son casos del DSM IV

 En la cola me toca al lado una indiecita muy amable, una andinita. A mi otro lado, un Troll moreno que tose incesantemente, y que me habla como si yo le hubiera mandado un mensajito diciéndole que quería conocerlo más, que quiero ser su amigo. Me dice con mal aliento, y gotas de sudor que salen de su fente que no tengo ni idea porqué no se quita, que tiene que dejar de fumar. Yo asiento callado, esperando que esto ya termine. El gordo me pide que le guarde el puesto mientras va a buscar algo de tomar...ojalá yo pase antes que el vuelva, pero nada que ver, vuelve al rato y me sigue hablando con chistes venezolanos genéricos malos. No hay nada peor que un venezolano intentando hacer forzadamente venezolanismos (malos chistes machistas, quejas "humorísticas", dárselas del que sabe, y criticar el gobierno sin saber en verdad porqué o cómo lo hace, entre otros) Y peor si es gordo y sudoroso.

Me dan mi comprobante, el cual pierdo y por eso no pude retirarlo hoy. Me piden que de una declaración del extravío. No en serio, tengo que escribir en un papel el porqué no tengo el comprobante y firmarlo. Por más ridículo que suene, y por más que ellos no puedan comprobar nada, tienes que hacerlo. Me provoca inventar que sufro una enfermedad compulsiva que me hace a veces introducir papeles en mi ano. Sólo para ver la expresión en su cara. Tengo mi número de cédula, ellos tienen mi documento, denme mi vaina. Pero es su secreta venganza de mantener el orden y la rigidez de las cosas. Llego a mi casa y encuentro el papel por ahi en mi cuarto, sonriéndome. Tengo que volver el lunes...me espera la otra torre.

El ojo de sauron está intenso en estos días también; hay que salir con paraguas pa no achicharrarse. Pero es muy incomodo de llevar, no tengo uno, y además es gay.

No ha terminado esto, me falta la otra torre, más pelúa

No hay comentarios:

Publicar un comentario